Antes de entrar a la Sala Alta del Real Casino de Murcia, desde las mismas escaleras se ve una escultura que, junto a la puerta, pone al visitante sobre aviso. Es una figura construida con líneas de madera que se unen, altas y frágiles, para sostener la fuerza y nobleza del busto de un toro, trazado también con líneas superpuestas. La callada figura apunta a la sala con su cornamenta e invita sin pretenderlo a cruzar la puerta y echar un vistazo.
Cuadros redondos de gran formato que representan la cabeza del toro mirando de frente; enormes obras que retratan al animal de cuerpo entero, músculo a músculo; trabajos pictóricos de pequeño formato y otras obras que no son sino escultopinturas llenan las paredes de la Sala Alta, que alberga también figuras de barro, cabezas de construidas con líneas de madera, y el toro de lidia que, en la misma estética íntegramente construida con líneas, permanece de pie en medio de la sala, que no queda indiferente a su presencia.
Es la exposición “T” de Taurus, la muestra de Nicolás de Maya que desde el pasado día 7 y durante todo el mes de septiembre rinde homenaje al toro. Comisariada por Miguel Olmos, la exposición ha sido portada de la revista del Real Casino, y bastaba echar un vistazo a la sala el día de la inauguración, con una asistencia que la llenaba por completo, para dar cuenta de su repercusión. “Me sentí muy arropado ese día, y eso siempre es agradable el día de la inauguración, el ver que muestran interés por tu trabajo, o que despiertas una cierta expectación”, cuenta Nicolás de Maya, con los brazos apoyados sobre las rodillas y sentado en una de las butacas grana del Salón del Congresillo, en la planta baja del Casino. Y es que, aunque el artista participa con regularidad en colectivas y eventos de distinto tipo, hacía tiempo –desde la itinerante Entre líneas, en 2015–, que no colgaba una exposición individual al uso.
Llevaban unos años intentando que hiciera una exposición de toros en la Sala Alta, y de hecho ya estaba planeado que haría una de abanicos. “Es algo casi anecdótico que yo tengo”, cuenta el artista, “y es que yo dibujo abanicos, y siempre que va alguien a mi casa regalo abanicos de temas taurinos”. Sin embargo, tuvo que marcharse a México, y la exposición quedó aplazada para el año siguiente. Cuando la fecha se fue acercando, el artista prefirió dejar a un lado la idea inicial para volcarse en nuevas obras y centrarse en el tema del toro, con “T” de Taurus como resultado.
Se trata de una exposición multidisciplinar, con obras muy distintas en cuanto a técnicas y formatos, pero guiadas por un mismo concepto: “siempre hago un planning de la exposición, de cómo se va a desarrollar; soy un artista muy conceptual”, dice Nicolás de Maya, que para la exposición tenía claro que la idea central sería el homenaje al toro. “Soy muy torista, en el sentido de que amo muchísimo al toro, lo que significa el toro, lo que significa para España, para la ganadería”, dice Nicolás de Maya, que se declara aficionado a los toros, aunque no pintor taurino. “Quería rendirle tributo, hacer un tema pictórico que aludiese a la tauromaquia. Hace 16 años ya hice una cosa así en el Palacio Almudí, en la sala de arriba, que en este caso también coincide que es arriba”, sonríe el artista con cariño; “y quería rendir homenaje al animal”.
Con esa idea central, el artista ha utilizado el planning de la exposición como punto de partida, pero se ha dejado guiar por la creatividad en el desarrollo de las obras: “Me hago unos croquis, unos bocetos que luego al final se alteran. Eso es lo bueno, que cuando te pones a trabajar el mismo trabajo te va pidiendo otros ejercicios”, dice el artista; y explica que puede, por ejemplo, empezar con dibujos, y que el propio dibujo pida realizar una pintura, o que esa pintura le lleve a hacer una escultura o a trabajar materiales distintos; de ahí la gran variedad plástica presente en la exposición. Y es que Nicolás de Maya se define como un artista plástico, un todoterreno que va más allá del caballete y trabaja con materiales.
En cuanto a técnicas, el visitante que entre en la sala podrá ver de todo: desde óleo sobre tela o madera, con una laboriosa técnica de veladura, hasta series de papel de gran formato hechos en carbón donde el artista utiliza una técnica personal de manchar, romper, estropear. También hay gofrados –papel que se introduce en una prensa o tórculo donde, con la presión, se adhiere y forma un hueco, que puede aprovecharse para emular la idea de vacío–; y esculturas “mucho más espontáneas, más frescas, más didácticas, como los ejercicios en barro”, explica Nicolás de Maya; unos ejercicios sencillos, desenfadados, que están protegidos por fanales y que el artista reproduciría escultóricamente en bronce para quien se interese por alguno de ellos.
“También hay una serie de esculturas en madera policromada y otras en madera natural” continúa enumerando el artista; “que si te das cuenta son maderas muy viejas, de roble americano; y siempre sobre el mundo de la línea”; porque Nicolás de Maya, en sus esculturas dedicadas al mundo animal, se basa en un mismo elemento, en este caso la línea, que se repite y multiplica hasta dar forma y volumen a la figura. “La suma de muchas líneas pueden construir lo que tú quieras. Es como un ejercicio tridimensional donde al final la gente redescubre la forma”, afirma el artista. Es el caso de la escultura que preside el centro de la sala; el toro de lidia que, construido con líneas, parece poder cobrar vida de un momento a otro. “Ahí evidentemente no hay un toro”, dice Nicolás de Maya, refiriéndose a la escultura; “pero la gente está viendo un toro, está viendo el músculo, está viendo su cornamenta”.
Ese juego de líneas está presente incluso en el nombre de la exposición; en esa “T” que representa la forma más sencilla y elemental del toro; así como en los marcos de los grandes cuadros circulares, que encierran al animal entre líneas; y en las esculturas que construyen al toro con maderas policromadas. “Ahí sí hablo de la fiesta, porque estoy diciendo la cantidad de colores, la riqueza plástica que hay en la fiesta de la tauromaquia”, explica el artista.
Y es que, en esta exposición, Nicolás de Maya se posiciona: “Me posiciono como artista, igual que todos los artistas que se han acercado a la fiesta”, dice rotundo; y habla de Goya y de Picasso, que retrataron al toro y a la fiesta; y repasa la historia de la pintura ligada al toro, que se remonta a las cuevas de Altamira, donde los primeros hombres ya lo representaban; y como ya adelantaba el artista el día de la inauguración, también él tenía que comprometerse con los valores que le inspira el toro; un animal que conoce muy bien gracias a años de haberlo contemplado en su entorno, en las ganaderías donde se cría. Lo ha conocido desde dentro, y Desde dentro fue precisamente el título de su primera exposición de toros.
Tanto es así que, por acercarse a la fiesta, al toro en el campo, a todo cuanto rodea ese mundo, Nicolás de Maya, inevitablemente, ha interiorizado la anatomía del toro de tal manera que, a la hora de esculpir o pintar, si escoge una imagen recogida en una fotografía no necesita tenerla en la mano, ni tampoco copiar la imagen que en ella se ve; solo le echa un vistazo para luego arrinconarla y manchar el lienzo, darle color; interpretar en la obra el toro que ha visto.
Con la exposición, Nicolás de Maya busca que quien entre en la sala descubra lo que él siente cuando se acerca al mundo del toro: desde la belleza del propio animal, hasta el concepto de fuerza o potencia que desencadena cuando sale a la plaza, o esa misma fuerza en la serenidad del animal en el campo. “Y luego todos los valores vinculados al mundo de la tauromaquia, que es disciplina, constancia, tenacidad, esfuerzo, pasión, amor; y todo eso también se lo transmite el ganadero al toro desde que nacen”, dice Nicolás de Maya.
Y es que en esas estancias en ganaderías, cuenta el artista, comprendió la complejidad que envuelve la fiesta, el romanticismo del ganadero que cría al toro solo por pasión por el animal, y también la frase de Federico García Lorca que aparece en el folleto de la exposición: “El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas (…) Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”, y el artista así lo defiende, a pesar de las críticas que la fiesta recibe, y que la exposición no rehúye.
Cuando se le pide que escoja un cuadro de la exposición, Nicolás de Maya acude al toro que, en relieve y bajo el título de Frágil bravura, sobresale del fondo rojo de un cuadro. “Es el cuadro más frágil de toda la exposición”, subraya; y explica que sobre el color rojo, que es fuerza, aparece un toro que representa la fragilidad de las ganaderías, del propio toro, del concepto global de la fiesta. De hecho, todas las esculturas de la exposición están hechas de tal forma que vibran, se mueven, no son del todo sólidas; porque es así como el artista expresa esa realidad frágil de la fiesta.
Nicolás de Maya transmite todo cuanto le inspira el mundo taurino en esta exposición, que sin embargo no es la definitiva. En cuanto a exposiciones, “está todo por hacer”, dice con rotundidad el artista: “Siempre hay obras por venir. Cuando estás muy metido en una exposición siempre estás buscando, es una eterna búsqueda en soledad”. Porque cada exposición lleva a la siguiente, y la próxima será, para Nicolás de Maya, tan sentida como “T” de Taturus.