Si en estos días de cuarentena pudiéramos desde casa entrar al Centro Cultural Las Claras de la Fundación Cajamurcia, veríamos en la pared, junto a la puerta de su sala de exposiciones, el nombre y la firma de diez artistas españoles: Rafael Canogar, Martín Chirino, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Millares, Manuel Rivera, Antonio Saura, Pablo Serrano, Antonio Suárez y Manuel Viola. Al atravesar la puerta de cristal, nos encontraríamos en la amplia estancia con sobrias abstracciones de trazos enérgicos, dramáticos tonos oscuros con un blanco y negro predominante, y cuadros muy matéricos con una innegable aura de modernidad que pusieron un hito en el arte español del siglo XX.
Es ‘El Paso. El arte como lucha’, la exposición que, inaugurada el pasado mes de febrero, podría haberse visitado en el Centro Cultural Las Claras hasta el término de esta Semana Santa. La muestra, organizada por la Fundación Cajamurcia, ha sido comisariada por María Toral y ofrece más de cuarenta obras de los artistas que formaron el grupo ‘El Paso’. Un recorrido didáctico para adentrarse en este colectivo artístico y comprender su origen, motivación e inquietudes.
Las obras expuestas proceden de museos –el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA) y el Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni (MACVAC)–, fundaciones –la Fundación Martín Chirino Arte y Pensamiento y la Fundación Primafrío–, y colecciones como la Santiago Ruiz, Los Bragales, Familia Muñoz Avia o Azcona, así como de particulares que han cedido obra con motivo de la exposición.
Todas ellas permiten ver, en conjunto, las características formales que defendió ‘El Paso’, entre ellas el trazo informalista, lo matérico de la pintura y el limitado cromatismo, con un imperante blanco y negro. Estos rasgos parten, como todo su planteamiento, de una asimilación de las vanguardias europeas y del expresionismo abstracto norteamericano, siempre desde la propia tradición y la individualidad de cada artista; todo ello con un objetivo claro: propiciar un ambiente de libertad creativa en la España de la época, la de finales de los años cincuenta, y superar la crisis artística que atravesaba.
Así lo expresa el grupo en su manifiesto fundacional, firmado en Madrid en 1957. En él se expresan los fines fundamentales que perseguía ‘El Paso’, y su contenido es, precisamente, el punto de inicio de la exposición, que comienza con una transcripción completa del texto en la pared de la sala:
Manifiesto, 1957
«EL PASO es una actividad que pretende crear un nuevo estado del espíritu dentro del mundo artístico español.
EL PASO nace como consecuencia de la agrupación de varios pintores y escritores que por distintos caminos han comprendido la necesidad moral de realizar una acción dentro de su país.
EL PASO pretende crear un ambiente que permita el libre desenvolvimiento del arte y del artista y luchará por superar la aguda crisis por la que atraviesa España en el campo de las artes visuales (sus causas: la falta de museos y de coleccionistas, la ausencia de una crítica responsable, la radical separación entre las diferentes actividades artísticas, la artificial solución de la emigración artística, etc.)
Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas.
Vamos hacia una plástica revolucionaria –en la que estén presentes nuestra tradición dramática y nuestra directa expresión– que responda históricamente a una actividad universal.
Conscientes de la inutilidad de la discusión sobre los términos abstracción-figuración, arte constructivo-expresionista, arte colectivo-individualista, etc., nuestro propósito es el de presentar una obra auténtica y libre, abierta hacia la experimentación e investigación sin fronteras y no sujeta a cánones exclusivistas y limitados. Propugnamos un arte recio y profundo, grave y significativo.
Luchamos por un arte hacia la salvación de la individualidad, dentro del signo de nuestra época.
Nos encaminamos hacia la transformación plástica en la cual encontrar la expresión de una nueva realidad.
Y hacia una antiacademia, en la que el espectador y el artista tomen conciencia de su responsabilidad social y espiritual.
La acción de EL PASO durará mientras las condiciones antes expuestas se mantengan en nuestro país».
En sus casi tres años y medio de andadura, ‘El Paso’, impulsado por una etapa aperturista en el régimen franquista que favoreció su salida al extranjero, llevó la obra de sus artistas a Nueva York y París en varias ocasiones, además de a la Bienal de Venecia y a salas de Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas.
Inicialmente, el grupo lo componían Antonio Saura, Manuel Rivera, Pablo Serrano, Rafael Canogar, Juana Francés, Manuel Millares, Luis Feito y Antonio Suárez, además de los críticos Manuel Conde y José Ayllón. De este núcleo fundador, Antonio Suárez, Juana Francés, Pablo Serrano y Manuel Rivera abandonaron el grupo ese mismo año, aunque el último artista volvería a incorporarse más tarde. A cambio, Martín Chirino y Manuel Viola entraron a formar parte del colectivo en 1958, al año siguiente de su fundación.
Uno de los principales impulsores de ‘El Paso’ fue Antonio Saura (Huesca, 1930-Madrid 1998), cuyas obras son las primeras en recibir al visitante en la exposición. Fue él quien redactó el manifiesto inicial, quien diseñó el logo que utilizarían como grupo y, por supuesto, quien imprimió su carácter a las líneas estéticas que definirían al colectivo. Un buen ejemplo de ello son las cuatro obras que la muestra ofrece: una figura, dos retratos y una obra de mayor formato donde al trazo rápido y enérgico se suma una marcada abstracción, así como el blanco y negro que caracterizó gran parte de su obra.
A Antonio Saura le sigue en la exposición Manuel Rivera (Granada, 1927-Madrid, 1995), con cuatro obras vinculadas a la temática de la metamorfosis. El artista granadino utiliza en ellos mallas metálicas sobre madera, acompañados en ocasiones por enrejados, alambras y también pintura; una técnica que le confiere volumen al cuadro, de manera que las formas quedan en completo relieve y crean un juego de vacíos, espacios y sombras.
Al continuar el recorrido en la sala, aparecen las esculturas de Pablo Serrano (Crivillén, Teruel, 1908-Madrid, 1985). Se trata de tres piezas en bronce pertenecientes a la serie ‘Bóveda para el hombre’; unas formas de carácter simbólico que hacen referencia a la necesidad de protección del ser humano y de buscar, e incluso crear, su lugar en el mundo.
Las esculturas quedan acompañadas por dos dibujos de Pablo Serrano titulados ‘Ritmos en el espacio’; unos bocetos de trazo gestual que el artista convertía luego en esculturas. Para ello, utilizaba varillas metálicas y jugaba con el espacio vacío que quedaba entre ellas para trasladar a la escultura el dinamismo de los dibujos.
El fondo de la sala está presidido por las obras de Rafael Canogar (Toledo, 1935). A los tres cuadros de mediano formato, con composiciones de trazo diagonal y enérgico que reúnen las características formales de ‘El Paso’, se suma una obra de mayores dimensiones, ‘Raza’, que interrumpe los oscuros tonos que dominan en la sala con una gran superficie en amarillos que se mezclan con el negro y ofrece una nota distintiva, prueba de la singularidad que cada uno de los componentes del grupo mantenía en su obra según su personalidad.
Pasado ese recodo, la sala muestra las obras de Juana Francés (Alicante, 1924-Madrid, 1990), con cinco obras procedentes en su mayoría de la Colección Juana Francés del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA) . La artista alicantina es un claro ejemplo de una de las vertientes formales de ‘El Paso’, muy vinculada al informalismo: la pintura matérica. Juana Francés trabaja en esta época añadiendo tierra y arena al óleo, así como fragmentos de materiales de construcción que incorpora a las obras a modo de objetos encontrados. El resultado, unas obras de tonos oscuros, blancos y sienas de gruesas texturas.
La pared se cierra con una de las esculturas de Pablo Serrano, marido de la artista alicantina, y con un detallado cronograma donde, de forma didáctica, aparecen los principales hitos de ‘El Paso’. El esquema contiene desde los precedentes de la formación del grupo hasta su disolución, pasando por exposiciones realizadas tanto en España como en el extranjero, publicaciones llevadas a cabo y las fechas en que los artistas abandonaron el colectivo o entraron a formar parte de él.
Un cartel indica que la exposición continúa en la sala del piso inferior. Al descender las metálicas escaleras, una obra da la bienvenida de frente. Es el ‘Cuadro 109’ de Manuel Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1926-Madrid, 1972), que inaugura la segunda parte de la muestra. La pieza, con una arpillera sobre el bastidor, deja ver el blanco de la pared, que se convierte en una parte más de la composición tanto por su color como por las sombras que en ella se crean.
«El arte sigue muy de cerca a la desesperación de nuestro tiempo, lo vigila y le cose sus heridas», decía el artista, como puede leerse en las citas que, en las paredes, acompañan a las obras.
De Manuel Millares son también otros dos cuadros: uno en riguroso blanco y negro y otro de pequeño formato que, sin título y realizado en tinta gouache y collage sobre papel, es la imagen tanto del cartel de la exposición como de la portada del cuidado catálogo, que reúne la información biográfica de cada uno de los artistas, las obras expuestas y los textos sobre ‘El Paso’ de María Toral, comisaria de la muestra, y Fernando Castro Flórez.
El espacio se la sala se completa con las esculturas de Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925-Madrid, 2019), acompañadas por dos dibujos donde aparecen las formas en espiral que el artista utilizaba como representación del viento y también como símbolo de regreso al origen.
Las esculturas de Martín Chirino, tituladas ‘Raíz’, muestran el hierro en formas simples, delgadas y de marcada horizontalidad, con una cierta apariencia de herramienta que era, sin embargo, buscada por el artista. «No me inquieta que a mis esculturas las califiquen de objetos. Están en la línea de lo útil, elevado al símbolo», afirma el escultor desde la cita que puede leerse en la pared.
En los espacios del resto de la sala, separados e individualizados mediante paneles, se suceden una selección de obras de Manuel Viola (Zaragoza, 1916-San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 1987), Luis Feito (Madrid, 1929) y Antonio Suárez (Gijón, 1923-Madrid, 2013). En ellas pueden apreciarse los trazos anchos y concéntricos de Manuel Viola, que se extienden creando una explosiva sensación de movimiento; las matéricas manchas de Luis Feito, con fondos suaves y un cromatismo roto únicamente por una mancha en rojo que atrae la mirada; y por último las composiciones de Antonio Suárez, con tonos tostados de definidos contornos que quedan en relieve y crean formas de aspecto orgánico.
La exposición concluye en el extremo de la sala con la transcripción del último comunicado de ‘El Paso’ en 1960, que resume su contribución a la creación de un nuevo escenario artístico en el país, así como con una vitrina que pone final al recorrido. Al acercarse al cristal, pueden verse las páginas abiertas de la prensa local murciana de la época. En la esquina superior derecha, hay una breve mención al paso del grupo por la Región al poco de su formación, en abril de 1958. Millares, Saura y Canogar participaron en una muestra de arte abstracto en el Real Casino de Murcia con otros artistas, entre ellos el cartagenero Ramón Alonso Luzzy, y el por aquel entonces diario ‘Línea’ ofrece una foto en grupo con una breve reseña del acto de inauguración.
Una exposición donde ‘El Paso’ vuelve a visitar la Región de Murcia y que supone una oportunidad para, aun en casa, interesarse por las obras de este histórico colectivo de artistas y profundizar en las motivaciones de un grupo cuya influencia artística llega hasta nuestros días.