Mapa Mental: una instalación sobre el proceso creativo

La pared que recibe al visitante en la sala aparece repleta de notas, hojas de agenda y pósits con listas de tareas, frases tachadas, esquemas caóticos y palabras sueltas. En el resto del espacio se distribuyen muebles transformados, una cortina roja que se mece por una brisa, superficies hechas con lijas naranjas o con discos Floppy, y unos sacos dorados que cuelgan de la pared en hilera. Unas piezas muy distintas que quedan conectadas por unos caminos que trazan una ruta, y de donde nacen, de unas vetas de oro, unos árboles también de color dorado.

El nombre aparece escrito en la pared. Es Mapa Mental, la instalación que, a partir de trabajos de Claudio Aldaz, ha sido realizada específicamente para el espacio 3 del Centro Párraga. El montaje, comisariado por Consume Esto, reúne piezas que nunca se han mostrado al público, y que tienen algo en común: todas juegan, como aparece en el texto del mapa desplegable que presenta la exposición, con la delgada línea que separa el objeto cotidiano del objeto artístico. “Tiene mucho que ver con el objeto ordinario convertido en un objeto artístico a través de la labor artística”, dice Claudio Aldaz, que habla sentado en uno de los bancos de la fachada posterior del Centro Párraga, con el sonido de la fuente de fondo; y pone de ejemplo la superficie de color naranja, donde el espectador podría preguntarse por qué un conjunto de lijas puede ser arte. “Y bueno, ahí está la intención, el cómo, el cuándo, la forma; la lectura que tú creas con ese objeto normal para transformarlo en otra cosa”.

La instalación, que busca trazar una ruta que se mueva entre el estudio de trabajo, la sala de exposiciones y la mente del artista, ha sido comisariada por Consume Esto. Claudio Aldaz suele trabajar con esta plataforma, que junto con Alicia Bernal en la asistencia artística, ha ejercido de visión externa para seleccionar las piezas destinadas a la instalación, algunas de ellas de hace 20 años, y darles coherencia dentro de este mapa mental, que es ante todo una reflexión sobre el proceso creativo, siempre abierto a cambios.

Por eso mismo, la exposición que se clausurará el 12 de noviembre no será la misma que se inauguró el jueves 5 de octubre. A lo largo de estas semanas, la instalación se ha complementado con dos intervenciones externas, una de Lola Nieto y otra de Alfonso Escudero, que han realizado una acción a partir de materiales que habían sido desechados en el montaje. “Consume Esto trabaja mucho con objetos de desecho, con materiales poco nobles”, explica Claudio Aldaz; “y  me parecía muy interesante que otros artistas trabajaran con lo que Consume Esto ha desechado para este montaje”, y más en concreto, con el contenido almacenado en los sacos dorados que cuelgan de la pared.  “Hay cinco sacos en este montaje. Uno lleva el nombre de Lola porque ella sabe de antemano cuál es el contenido del saco, y en el caso de Alfonso Escudero, él tendrá que elegir  uno de los sacos que quedan sin conocer el contenido, y con eso él realizará también una intervención”, dice Claudio Aldaz.

La intervención de Lola Nieto, que tuvo lugar el 18 de octubre, ha dejado el saco con su nombre vacío en una esquina de la sala, como un elemento más; y ha introducido en la instalación un segundo mapa. “Yo lo que he planteado es un Mapa del Tesoro”, dice Lola Nieto; y explica que se trata de un mapa del tesoro simbólico, porque el tesoro es la propia exposición, y este mapa simplemente entra dentro y se hace uno con él. El espectador puede seguir el mapa del tesoro buscando los elementos hechos con pinzas en color verde que acompañan a las distintas piezas de una instalación que, confiesa la artista, le ha impactado ver tan ordenada. “Claudio suele ser muy caótico, y la verdad es que me sorprendió porque yo me esperaba algo más Diógenes”, dice, e invita a quienes acudan a la exposición a esforzarse en buscar, y a mirar desde la intuición.

Para su intervención del 2 de noviembre, Alfonso Escudero ha optado por grabar la acción realizada –la apertura del saco–, y mostrarla en una nueva pieza introducida en la instalación: un televisor construido con los objetos del propio saco. Cuenta Alfonso Escudero que al entrar a la sala tuvo la sensación de estar en un templo, y por eso en el vídeo se sitúa bajo el saco y, a modo de bautismo, lo abre y deja que los objetos caigan sobre él. “A mí me cayó basura”, se queja con sorna Alfonso Escudero. Cuenta que le cayó de todo: una bolsa con trozos de loza, cleenex, ceras plastidecor, papeles arrugados… y que, para devolverle todo eso a Claudio Aldaz, le ha hecho una pieza transparente de metacrilato cristal que contiene esos elementos.

Una acción que termina en objeto, y que Alfonso Escudero tenía claro que sería un televisor. “Hay unas imágenes de Claudio que lleva dibujando toda la vida que son unos cuerpos humanos con cabeza de televisión”, explica; de ahí el guiño de, en un momento del vídeo, aparecer colocándose sobre la cabeza la carcasa todavía vacía.

Unas acciones a partir de materiales de desecho que han encontrado su espacio en la exposición gracias a la pieza de los sacos, que nació de la casualidad. Explica Claudio Aldaz que, cuando transportó al estudio algunos de los materiales que iba a utilizar los metió en sacos, y al llegar allí, los colgó para evitar que estuvieran en contacto con el suelo. Ahí surgió la idea: “La realidad suele superar a la ficción”, dice el artista, “y cuando la necesidad se impone a la estética o al concepto, a veces alcanzas soluciones inesperadas, imprevistas”, dice. De hecho, cuando se le pide que escoja una de las piezas de la instalación, se queda con los sacos: “creo que da material como para hacer solo una exposición con objetos a intervenir por otros artistas”, sentencia.

La pared dedicada a los sacos queda conectada al resto de piezas por los caminos dorados, donde se sitúan las vetas y arbustos de oro. Cuenta el artista que, cuando estaba desarrollando el proyecto, había una grieta en el gotelé de una pared de su casa, y pintó en ella una veta de oro, como si saliera del interior del gotelé. Esa idea de que hasta dentro del gotelé puede haber algo maravilloso ha hecho del dorado utilizado en la exposición una metáfora del arte como piedra filosofal, capaz de convertir el objeto cotidiano en algo extraordinario; además de darle unidad a la instalación. Por eso el oro está presente en los caminos, y en los árboles que Claudio Aldaz llama oroarbustos y que además de tapar las intersecciones de los caminos, ofrecen un encuentro de lo mineral y lo inerte, representado en el oro, con lo vivo, que sería el propio arbusto. Para construirlos, Claudio Aldaz ha utilizado vegetación seca procedente del Campo de Cartagena y de Murcia, insertada en unas bases de poliexpán recubiertas de papel de aluminio, espuma y material de carga.

El contraste entre lo mineral y lo vegetal aparece también en otras piezas de la instalación, como el Altar Homenaje a la Virgen de la Huerta. “Me encomendé a esta Virgen para vender un negocio ruinoso que no había forma de vender en la crisis que todavía estamos viviendo”, cuenta Claudio Aldaz. Encontró la imagen de esta Virgen en plena huerta murciana, entre Beniaján y Beniel, “y llamémoslo casualidad, o no; el caso es que poco después lo vendí, y en mi encomendación yo le decía a la Virgen que a cambio la homenajearía”, dice el artista. De ahí este altar, realizado con un mueble que estaba en su casa-estudio y que ha transformado con pintura dorada y con plantas secas que aparecen en los cajones vacíos junto con la medalla que cuelga del espejo y otros objetos colocados a modo de exvotos.

En esa misma pared están la Súper Superficie Naranja y la Súper Superficie Floppy. La primera, formada por 49 lijas, es la pieza más antigua de la exposición, que el artista ha guardado 20 años; y la segunda está compuesta por disquetes. “El concepto de súper superficie lo tomo de un grupo de arquitectos italianos que se llama Superstudio”, dice el artista; y explica que consiste en crear superficies en base a una repetición de objetos, de una serialización que puede transformar el significado del propio objeto. “Me gusta jugar con objetos que puedan tener distintas interpretaciones y que tengan cierta ambigüedad”, dice Claudio Aldaz, aunque deja claro que estas dos piezas no tienen una interpretación como tal, sino que son meramente estéticas.

La siguiente pared la abre una cortina roja, movida por una brisa continua, que invita a moverla para comprobar qué hay al otro lado. El espectador encontrará tras ella una nueva veta de oro, más grande que el resto, que para Claudio Aldaz es el origen de todo; el elemento de donde, según su relato, surgirían los caminos dorados y las otras vetas, que entraría a la sala a través de la Galería de Objetos Terribles o sublimes, la pieza que toma el concepto de vitrina antigua repleta de objetos y la lleva al extremo del exceso y la acumulación.

De esta vitrina partiría el camino de la veta oculta tras la cortina; aunque Claudio Aldaz insiste en que este es el relato que él da a la instalación, pero no es el único válido. “Creo que para disfrutar de la exposición no hace falta ver explícitamente todo lo que yo he querido decir”, dice el artista. Por eso ha esperado hasta cuatro semanas para colocar en la sala unos textos manuscritos que explican, junto a cada pieza, la interpretación que él le da, para dar tiempo a los espectadores a formarse una lectura propia antes de conocer la del propio artista.

También hay un texto explicativo para Mapa Mental, pieza que da nombre a la exposición y que constituye esa pared inicial cubierta por una nube de notas y pósits. “Lo que refleja la pieza de Mapa Mental es todo el proceso de creación en forma de los pósits o anotaciones que yo me he ido haciendo. No son todas las notas que tengo”, dice riendo, “pero sí las que están relacionadas con el proyecto en este periodo de tiempo que ha durado la creación de la exposición”. La pieza mezcla anotaciones sobre la exposición propiamente dicha con otras sobre lo más cotidiano: hacer la compra, ir al médico, pasar por el banco… Unas notas que buscan reflejar que el artista es un trabajador como cualquier otro. Claudio Aldaz lamenta, sin embargo, que la situación del artista como profesional está muy desregularizada. “En España no tenemos ninguna ley de mecenazgo, ni un autónomo específico para artistas. Trabajamos mucho; pero este trabajo no se ve reconocido ni en una protección social, ni en unas garantías”. Un tema que Claudio Aldaz reivindica en este trabajo, al igual que Consume Esto, que alude a la precariedad de los artistas a través de la economía de los materiales que emplea.

La instalación Mapa Mental queda a su vez completada por otras dos piezas, expuestas en otra sala, la de Progreso 80. En ellas aparecen también los caminos dorados, seña de identidad de una exposición que estará hasta el 12 de noviembre en su fase más completa, y que es en sí misma un mapa del proceso creativo del artista.

Redactora y editora de El Visitante.

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