Una huertana sonríe desde la primera pared, y los conocidos paisajes, con pincelada certera, se reflejan con todo su color en el cristal de la urna del centro de la sala. Detrás de las vistas de El Cairo, la última de las estancias da paso a toda una sucesión de retratos que dirigen su mirada al espectador. En unos aparecen mujeres con vestidos y escogidos pendientes; en otros, figuras de la vida murciana; y junto a la niña de ojos azules que, con pillería, mira más allá de su vaso de leche, aparece un moderno retrato del rey Felipe VI, de cuerpo entero y escoltado por los cálidos trazos de marrones y amarillos.
Es ‘Desde Murcia mediterránea’, la retrospectiva de José María Falgas que, desde el pasado 21 de diciembre y hasta el 28 de febrero, puede verse en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento. Más de medio centenar de obras procedentes de la colección de artista, de colecciones particulares y de fondos donados al Ayuntamiento que ofrecen un completo recorrido por la trayectoria del pintor, los temas abordados en su obra y la pincelada de quien ha dedicado, y dedica, toda una vida al arte.
José María Falgas describe la sensación como la de tener acceso a un museo propio. Está sentado ante la mesa de la última de las tres estancias de la exposición, rodeado de su obra y de las miradas cómplices que asoman en sus retratos. “Las vocaciones artísticas no tienen edad”, ha dicho poco antes a una mujer, aficionada a la pintura, que se ha acercado a saludarlo; y también que, si por él fuera, estaría todo el día pintando. “No cansa”, ha dicho con certeza y agrado.
La selección de obras busca el contraste y la variedad de interpretaciones, y permite detenerse en las diversas temáticas que han atravesado la obra de José María Falgas, que van desde el retrato hasta el paisaje, el bodegón o los cuadros de tradiciones. El pintor advierte, sin embargo, que los temas pictóricos no son lo más importante: “La temática es una cosa, y la técnica es otra. La temática se somete a la técnica. Lo que importa es cómo se hace. Es más importante la forma de ejecutar la pincelada que lo que representa la pincelada”, dice José María Falgas.
Las técnicas presentes en la obra de Falgas son el óleo y la acuarela; dos extremos que, para el maestro, son del todo opuestos: “No es un conflicto de técnicas. Es de naturaleza. El agua no tiene nada que ver con el aceite en pintura, te somete a un tratamiento determinado y no hay ninguna analogía, es un mundo diferente. Es como interpretar música de violín y de piano. Es música, pero son distintas”, explica.
Los paisajes tienen especial presencia, sobre todo en la segunda estancia de la muestra, que aparece dedicada en su práctica totalidad a reconocibles vistas de Murcia y de distintos lugares de la Región. “Yo el paisaje lo veo como un retrato de la naturaleza, de ahí que sean reconocibles”, dice el pintor.
A los ojos del espectador, estos paisajes pueden ser reflejo de la característica luz de la Región y del Mediterráneo. Sin embargo, la luz no es para José María Falgas lo esencial del paisaje. Aunque tiene su colorido, y es cierto que presenta distintas calidades según la zona geográfica, el pintor señala la luz como un elemento más del conjunto; un fenómeno natural presente en el paisaje que, además, es alterable por estar condicionado por lo climatológico.
“El paisaje tiene dos puntos de apoyo: primero su propio perfil, que lo identifica; y luego la interpretación arriesgada del pintor por exaltación de una serie de determinados valores de perspectiva, de lejanía, de primer término… es una composición”, dice José María Falgas, y añade: “Es menos complicado que el retrato, porque está menos sujeto a la identidad. El paisaje es la pintura libre”, explica, y señala que la interpretación que él da es, en su caso, retratista.
Junto al Paseo del Malecón de Murcia, las calles de Cartagena y las fachadas blancas de las casas de Yecla aparecen también unos paisajes muy distintos, de pequeño formato, donde el pintor ha retratado los peculiares tonos de la ciudad de El Cairo; una muestra de la importancia que han tenido los viajes en la trayectoria de Falgas.
“El viaje para mí ha sido siempre un estudio de la naturaleza. No he tenido vacaciones; ha sido una observación directa de lo que estaba a mi alrededor”, dice el pintor, y recuerda su trabajo en el mundo árabe, y también en Sudamérica. “Cambia el escenario, naturalmente. Cambia hasta el extremo de ser muy definido. Puede haber un paisaje junto a otro, y sin necesidad de explicarlo, a la vista se comprende de dónde es”, explica.
El título de la muestra es, sin embargo, ‘Desde Murcia mediterránea’; una declaración que sitúa en la tierra natal de José María Falgas el origen, la condición primera de su mirada como pintor. “Hay una base que arranca de la cultura mediterránea”, dice Falgas. “Por razones de ubicación, de nacimiento, yo estoy más cerca del Sur que del Norte, eso es evidente. Y de la misma forma que se heredan rasgos genéticos, se heredan historias, y se heredan naturalezas y la forma de sentirlas. Lo que se dice, en lenguaje coloquial, las raíces”, detalla.
Una identidad cultural que recibimos en herencia, y que abunda más en un espacio cerrado, como es el Mediterráneo, que en uno más amplio y abierto, como podría ser el Pacífico. “En el Pacífico hay que llegar a tierra. Aquí, en el Mediterráneo, el mar está sembrado de historias”, dice José María Falgas.
Una parte imprescindible de la muestra la forman los retratos que pueblan la tercera sala de la exposición, donde los retratados, sonrientes y cómplices, aparecen representados con pincelada precisa y una atmósfera viva y colorista. “El retrato tiene que ser algo vivo, de su tiempo, de su momento; del momento en que se realiza. Aplicar una técnica anterior es saltar al vacío de un ambiente de un mundo a otro”, dice el pintor.
La sala está presidida por el retrato de juventud del rey Felipe VI que José María Falgas realizó cuando el monarca era todavía príncipe. “Fue como consecuencia de un encargo de la Comunidad Autónoma de Murcia, y de la buena disposición del rey, que entonces era príncipe, para aceptar el encargo que se me había hecho”, relata el pintor, que recuerda la experiencia como muy satisfactoria. “Me encontré con una presencia humana de persona asequible, directa, sencilla, muy tratable. Y con una personalidad muy definida incluso más allá de la atribución de su jerarquía. Es un personaje histórico. Y he tenido el privilegio de poderlo pintar en una época de su vida de un verdadero dinamismo en todos los sentidos”, dice José María Falgas.
El retrato del rey, como todos los realizados por José María Falgas, fue pintado al natural. “La comunicación directa entre el modelo y el pintor es imprescindible. Se puede hacer un dibujo de una fotografía o de cualquier imagen fija; pero lo conveniente es esa línea directa entre el modelo y el pintor”, dice el retratista. Una forma de trabajo que, si no se tiene en cuenta, puede hacer que la obra pierda vida. “Eso de sorprender la vida es una frase que suena mucho, pero que se encuentra poco. Generalmente prevalece la forma exterior. Retratar el mundo interior de la persona es muy complicado. Es muy deseable, y el pintor tiende a ello, pero no siempre lo consigue”, dice José María Falgas.
En esa misma sala, junto a los retratos pueden verse también cuadros de tradiciones, que abordan el Bando de la Huerta, el Entierro de la Sardina, la Semana Santa, y hasta las representaciones del Tenorio. Unas obras que representan, en palabras del pintor, lo que tiene “al alcance de la mano”; de ahí que Murcia se muestre en su pintura como una continua fuente de inspiración.
También aparece en la sala el bodegón, y composiciones como Flores con bolso, donde al vaso y botella de cristal se le añade una flor caída y unos guantes que descansan sobre la mesa. “El bodegón ha tenido dos etapas. La clásica alcanza hasta el siglo XVIII, con un concepto de composición muy determinado; y a partir del impresionismo, el bodegón es más humilde, más cotidiano; más de la cocina de tu casa, y la interpretación se ajusta a esa realidad”, dice el pintor, que representa en sus cuadros esas colecciones cotidianas de objetos.
No podía faltar en la retrospectiva uno de sus cuadros de guerra; una importante sección dentro de su obra que aparece representada en la sala por Operación Atlanta. “Yo soy hijo de la guerra. Viví la Guerra Civil, y he estado en dos frentes: en el del Golfo Arábigo y en Libia. La guerra es el tremendo drama humano que ha estado presente en el arte secularmente. No se puede uno sustraer de esa influencia dramática”, dice; y recuerda su producción en esta temática –varios centenares de obras–, y la importante selección –más de una sesentena– presente en el Museo Militar de Cartagena. “Han sido mi donación histórica a este motivo que ha convivido conmigo desde que era crío. Lo he vivido en mi entorno, en Murcia, y lo he vivido en el exterior”, dice el pintor.
Una exposición amplia y dinámica donde una parte de la obra se va renovando para ofrecer al espectador una visión más completa de la trayectoria del pintor. Una forma de dar mayores dimensiones a la muestra, y de sorprender al visitante que decide volver a la sala.
Entre los últimos cuadros incorporados hay uno, muy peculiar, que resulta de especial interés. Se titula El diablillo por aclamación popular; y es de una forma y estilo muy distinto al habitual en Falgas.
“Es un capricho”, indica su autor; y habla de determinados sectores críticos que pontifican cuando afirman que un cuadro no puede ser de un autor concreto por no parecerse a su obra habitual. Un conflicto, explica Falgas, que aparece cuando toca atribuir una obra sin firma o que no se identifica con el estilo general del pintor. “Se olvidan de algo, que es la versatilidad del autor. Ese cuadro, si no estuviera aquí en la exposición y firmado no me lo atribuía nadie. Pero es una forma de interpretar que se puede uno permitir en beneficio de la libertad de expresión”, dice José María Falgas.
“Es una pintura agresiva, sonora”, la describe el pintor, que identifica el cuadro, más que con la experimentación, con una ostentación de facultades; un decir «esto soy capaz de hacerlo».
Cuando se le pregunta a José María Falgas por su siguiente proyecto, su respuesta es contundente: “Seguir haciendo lo que más me gusta, que es pintar”, que no es poco. “A veces me parece poco”, dice el pintor, “pero generalmente ocupa todo mi tiempo. Yo vivo para el arte”.
Quizá por eso, cuando se le pide que escoja un cuadro de la exposición, no se decanta por ninguno. “Hay una relación de carácter emocional entre el cuadro y el autor. Lo que hoy te parece justo o acertado, pasado mañana puede no parecértelo. Hay una variación del gusto hacia una determinada obra que depende del estado de ánimo del autor”, dice Falgas, y sentencia: “En esa frase tópica de si hubiera un incendio cuál salvaría, yo salvaría la paleta, que ya es decir”.
La exposición estará abierta al público hasta finales de mes, y seguirá poniendo en las paredes de la sala del Ayuntamiento una trayectoria que dura hasta hoy, y una personalidad, la de José María Falgas, que está contenida en paisajes vividos y viajados, en los retratados que sonríen con la espontaneidad de quien posa para una improvisada foto; en la pintura entendida desde una Murcia del todo mediterránea.
La mejor entrevista que leí sobre el maestro Falgas.