El primer cuadro que resalta en la pared azul muestra, ya desde la puerta, los cubistas trazos de María Blanchard en una mesa repleta de dulces franceses sobre los rectilíneos pliegues de un mantel blanco. A un lado puede verse, junto a la solera del bodegón del siglo XVII, la guitarra y geométricas cortinas de un Picasso de pequeño formato; y en el resto de la sala, copas, jarras, flores, botellas, frutas y cotidianas mesas que, en heterogéneas composiciones, permiten observar un mismo género, el del bodegón, a través de los distintos estilos que pueblan el arte contemporáneo con toda su diversidad y viveza.
Es la sala que da inicio a Bodegones en el arte. Engaño y primor de la pintura; la exposición que, desde el 4 de octubre y hasta el 25 de noviembre, reúne una cuidada selección de más de 40 obras en el Centro Cultural Las Claras de la Fundación Cajamurcia. La muestra, comisariada por María Toral y enmarcada en el Proyecto Huellas de la Fundación, pone en relieve la importancia que ha tenido el bodegón desde el pasado siglo hasta nuestros días, y hace un dinámico recorrido por un género que tiene su origen en la pintura flamenca del siglo XVII y ha sido reinterpretado por la enorme riqueza expresiva del arte contemporáneo.
Pablo Picasso, María Blanchard, Juan Gris, Ramón Gaya, Rafael Canogar, Antonio López, Fernando Botero y María Moreno son solo algunos de los autores que conforman la muestra, que incluye tanto óleos como esculturas, collages, dibujos y fotografías tratados desde distintas corrientes artísticas. “Esta riqueza de interpretaciones y materiales nos permite entender aún mejor la importancia que los bodegones tienen en la Historia del Arte, y cómo los artistas los interpretan desde ópticas muy personales y diferentes”, explica María Toral, comisaria de la muestra.
La exposición no olvida a los iniciadores del género: los pintores de la escuela flamenca representados por los dos bodegones anónimos del siglo XVII que abren la sala; dos obras que proceden de la Colección Gernstenmaier y muestran el claroscuro y alarde técnico propio de estos artistas. Estos bodegones son, además, reflejo de los gustos de la burguesía de la época, que como clase social emergente encargaba obras de flores exóticas, alimentos y objetos asociados a la comida y la bebida para decorar sus hogares. Estos dos cuadros abren paso al resto de las obras, que se centran en el bodegón contemporáneo y comienzan por situar al espectador a principios del siglo XX.
Para lograr que la exposición sea más didáctica y el espectador pueda sumergirse por completo en la evolución del bodegón, explica María Toral, los cuadros se han dispuesto en la sala con un criterio fundamentalmente cronológico, aunque no siempre estricto por las necesidades del espacio. Aun sin esta cronología rigurosa, la exposición permite, en palabras de la comisaria, “apreciar de forma ordenada cómo los artistas han utilizado el bodegón durante décadas para expresar sus preferencias estilísticas, ya sea el cubismo, el surrealismo o el realismo”.
La exposición recoge en sus paredes desde cuadros hiperrealistas, como la Naturaleza Muerta de Claudio Bravo, hasta pinceladas más cercanas a la abstracción, como la Pintura de Rafael Canogar, que preside la sala al fondo con su gran formato y el contorno de las tres botellas que se intuyen entre los anchos trazos.
La muestra pasa también por el realismo más sutil de María Moreno, con un juego distinto de texturas y objetos sugeridos; los coloristas volúmenes de Fernando Botero, o la pincelada cubista de María Blanchard, en un conjunto de obras que proceden de particulares y de las colecciones Julián Castilla, Vivanco, Gerstenmaier y Familia López Parada; además de la Galería Fernando Pradilla, la Galería Guillermo de Osma, o la colección de los propios artistas, como es el caso de La Cena, de Antonio López, que también puede verse en la exposición.
Unos cuadros donde la naturaleza muerta deja de estar protagonizada únicamente por objetos cuidadosamente dispuestos para presentarlos también junto a la figura humana, en escenas siempre ligadas a lo cotidiano y a momentos relacionados con la comida.
El bodegón en el siglo XX, explica María Toral, tuvo un papel totalmente revolucionario: “Juan Gris y Pablo Picasso, ambos presentes en la exposición, utilizaron el bodegón para crear un nuevo ismo, uno de los más importantes de la centuria pasada: el cubismo”. Un estilo que tiene su más genuina expresión en este tipo de composiciones, y que aparece, además de en otras piezas, en las dos naturalezas muertas donde tanto Picasso como Juan Gris utilizan, como parte del bodegón, las formas de una guitarra.
“El bodegón ya había sido revolucionario cuando los artistas flamencos lo inventaron como género artístico independiente. Por eso en la exposición hay dos obras flamencas como homenaje a esos revolucionarios”, añade la comisaria, en referencia a los dos bodegones de anónimos flamencos que abren la sala.
Un género que, desde esos primeros artistas que comenzaron a desarrollarlo como pintura de primer orden, mantiene la esencia de engaño y primor que da subtítulo a la exposición y hace referencia, como puede leerse en el catálogo, a la capacidad de engaño de la pintura, que a lo largo de la historia ha llegado a competir con la naturaleza como lo hacen los trampantojos, que imitan la realidad con extremada maestría; y todavía hoy, bajo distintas formas y técnicas, sigue jugando con la imaginación del espectador.
La exposición continúa en la segunda sala, en el piso inmediatamente inferior, donde se puede ver, al bajar las escaleras, el desenfado de la fotografía Los panes de Picasso de Robert Doisneau, con el emblemático pintor sentado a la mesa y unos panes que, por su disposición, simulan ser sus manos. Sobre el amarillo de las paredes se suceden, además, cuadros de Isabel Quintanilla, Eduardo Úrculo, Esperanza Parada y Concha García, entre otros autores, que cierran con estas obras el propuesto recorrido por el bodegón.
También aparece este género en la escultura, con piezas como El pan de Pablo Serrano, de carácter realista; el Armario tapado y Armario cerrado de Carmen Laffón, o el Breve dintel de Julio López, donde unas manos sostienen una taza sobre una bandeja que le devuelve su reflejo.
Las obras, acompañadas en la sala por citas y textos de José Ortega y Gasset, Bertolt Bretch, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Picasso y Juan Gris, están recogidas con detalle en el catálogo de la muestra, a la venta en el mismo Centro Cultural Las Claras, desde donde se destinará el total de la recaudación a la Fundación Jesús Abandonado.
Una exposición que, hasta el 25 de noviembre, permite redescubrir el género del bodegón desde la óptica del arte contemporáneo e invita a perderse entre los trazos y colores de unas obras que se detienen en la belleza de lo cotidiano.