La sala de exposiciones temporales del Museo de la Ciudad recibe al visitante con el azul de las palmeras y la vistosidad de las flores del magnolio. Una frase de Vicente Medina que habla de huertos, naranjos, palmeras y casicas blancas decora la pared, y al pasar la puerta, se suceden unas obras, 18 en total, que muestran el correr de la acequia en el huerto, la fachada de las Agustinas, que observa tras el tronco de palmera; el frescor de las plantas y árboles, y las distintas vistas que, desde la cristalera del fondo, reciben la misma luz del jardín que retratan.
Es Jardines Mediterráneos, la colectiva del Museo de la Ciudad donde 18 artistas dan, con distintas técnicas y estilos, una caleidoscópica visión del último jardín hispanomusulmán de Murcia: el Huerto López-Ferrer. Una muestra que alterna las obras con citas de Vicente Medina, Ramón Gaya, Jorge Guillén, Ibn Arabi y Harim al-Qartayanni, y que tiene como marco el LI Festival de Folclore en el Mediterráneo.
Burgueño, Nicolás de Maya, Alfonso del Moral, Hurtado Mena, Ana Martínez, Antonio Martínez Mengual, Eva Mauricio, Esther Monasterio, Pepe Montijo, Elisa Ortega, Manolo Pardo, Cristóbal Pérez, Araceli Reverte, Antonio Sánchez, Antonio Tapia, Martínez Torres, Silvia Viñao y Rubén Zambudio son los pintores que componen la muestra; 18 artistas que pintaron sus obras la mañana del pasado 9 de julio al aire libre, en distintos rincones del huerto que rodea el museo.
Se trata de un jardín de origen hispanomusulmán que está regado por una recreación del curso de la acequia Caravija, y donde crecen palmeras, higueras, magnolios y plantas aromáticas. El huerto, conocido como Huerto Cadenas o Junterón, era la zona de recreo de la antigua casa que hoy alberga el Museo de la Ciudad, y ha sido el escenario del trabajo de estos pintores, reunidos con ocasión de una nueva edición del Festival de Folclore en el Mediterráneo.
Las obras, realizadas en una sesión de cuatro horas de trabajo, muestran distintas visiones del huerto unificadas por un mismo formato de 70X100; y forman la colectiva que se inauguraría al día siguiente en el Museo de la Ciudad, y a la que acudirían el alcalde de Murcia, José Ballesta, y el concejal de Cultura, Jesús Pacheco; además de una buena representación de los pintores participantes.
En su intervención, el primer edil mostró su agradecimiento a los artistas por su esfuerzo, y por compartir su talento para mostrar, a través de los pinceles, colores y matices, el sentimiento de pertenencia a una tierra en unas obras que son 18 representaciones del jardín más histórico de Murcia, conocido como Huerto Cadenas, que está presente en la ciudad desde hace seis siglos.
Durante la inauguración, además, los pintores tuvieron unas palabras para comentar brevemente su obra y su experiencia en este homenaje al histórico jardín.
En la obra de Eva Mauricio, donde los árboles se reflejan en la acequia, la artista busca que la protagonista de la obra sea el agua, como lo es en el conjunto de su trabajo pictórico; de ahí que la acequia aparezca sinuosa y la vegetación distorsionada, porque el cuadro expresa, ante todo, una visión del agua.
En esa misma pared, explica Ana Martínez que su obra se basa en el tema en que está trabajando actualmente, que es la memoria. En su composición, la artista busca plasmar las plantas y los árboles como generadores de agua y de vida, lo que lleva al tema del universo y la conexión con los ancestros y la propia memoria.
A su lado, la obra de Esther Monasterio no ofrece una única vista del huerto, sino que muestra, en distintos formatos dispuestos a modo de mosaico, un conjunto de hasta ocho panorámicas; y esto porque la artista, al verse inmersa en el propio escenario, ha querido expresar todos los rincones que la interpelaban para dar así una interpretación del espíritu del jardín al completo.
La obra de Antonio Sánchez, en el primer tramo de pared que aguarda al visitante en la sala principal, es una composición vertical presidida por la fachada de las Agustinas, que se ve desde el mismo jardín. El pintor ha explicado que ha introducido los elementos que están siempre presentes en su obra, que son el cielo y las distintivas nubes; y que se trata de un estudio que utilizará para una futura obra.
Esta obra, escudada a la derecha por la composición de Nicolás de Maya, tiene al otro lado la de Hurtado Mena, que ha representado la luz y el entorno que rodea la acequia del huerto. El pintor ha agradecido que se organicen estas reuniones de artistas, y ha explicado que, para él, la pintura es la vida, y es reflejo de la misma. Por eso busca que quien vea su obra pueda sentir ese frescor y esa alegría que pudo notar el mismo pintor al trabajar con los compañeros en el interior del jardín.
La siguiente obra, junto al ventanal y de cara al resto de la sala, es la de Pepe Montijo. Explica el artista que, por ser el tema de la exposición los jardines mediterráneos, quiso buscar un nexo entre todos ellos, y escribió el resultado en el interior del cuadro: Lugares donde ver envejecer a los árboles como si de viejos amigos se tratara. Ése es, para él, el denominador común entre todos los jardines: el vínculo que establecemos con el lugar y sus árboles; el poder pasear por él y ver cómo cambia con el paso del tiempo. Quizá por eso el espectador puede entrever, en el tronco de árbol representado, los rasgos de un posible rostro.
En el recodo que abre la exposición, Manolo Pardo ha hecho un homenaje a los magnolios que crecen junto al museo, con sus características flores blancas. Las dos obras expuestas expresan, para el artista, la alegría del color mediterráneo en toda su amplitud y no sólo de este jardín concreto. Por eso, explica el pintor, ha utilizado colores que pueden darse aquí, pero también en Grecia, Turquía y otros lugares.
Las otras dos obras que pueden observarse en la entrada son de Martínez Mengual. En ellas, se busca resaltar el juego de luz y sombras que recibe el jardín, y también la presencia del agua, de ahí el color azul utilizado para representar el huerto; un huerto que, señala el artista, ha servido para unir a los pintores que han participado en la muestra, y para disfrutar de la naturaleza en pleno centro de la ciudad.
De nuevo en la sala principal, la pared más cercana a la puerta la abre la obra de Elisa Ortega. La artista, que se identifica con la abstracción, ha optado por dar algunas notas figurativas a la obra para representar el huerto; y explica que quiso introducir un elemento natural dentro del museo, y así lo ha hecho: entre los materiales utilizados para elaborar el cuadro hay también tierra del propio jardín.
A continuación, Araceli Reverte propone unas pinceladas en acuarela que, en un principio, iban a ser en blanco y negro. Sin embargo, el propio jardín pedía algo de color; y a la hora de escoger un tema, señala la artista, había tanto que mirar que todo le llamaba la atención, aunque finalmente decidió representar la acequia con los árboles, su sombra y algunas flores.
Antonio Tapia, que firma la obra que le sigue, ha recordado el calor que hacía esa mañana de julio, aunque el Huerto López-Ferrer sea posiblemente uno de los rincones más frescos de Murcia. En la obra, explica el pintor, ha plasmado una representación del lugar que en ese momento contemplaba, poniendo atención en los puntos más intensos de luz, y con el reto que supone pintar al natural.
Separada de la anterior por un texto de Ibn Arabi está la obra firmada por Alfonso del Moral. El tema central de la obra es, para el artista, el huerto, pero sobre todo la acequia. “Quienes vivimos en la huerta sabemos lo importante que es el agua”, señala el pintor. El agua es el elemento que vertebra la huerta y, por lo tanto, el que mejor representa a la ciudad de Murcia; y queda por ello recogido en esta obra, donde predominan los tonos cálidos y pasteles.
La obra contigua es de Martínez Torres, que explica que, en su trayectoria, está acostumbrado a pintar al natural como hicieron el pasado 9 de julio. Para representar el Huerto López-Ferrer, el artista ha optado por el dibujo, y por las claras líneas que representan plantas propias del jardín.
La pared la cierra la obra de Silvia Viñao; un collage que no es cosido, como los que suele trabajar, por la laboriosidad de la técnica, que requiere más tiempo que el de una única sesión al aire libre. La composición, explica la artista, es una alegoría del diálogo entre el jardín y la huerta, o lo que es lo mismo, de la convivencia del ser humano con la naturaleza y la energía y vida que allí se genera.
“Llevamos 20 años haciendo exposiciones sobre distintos temas relacionados con el Mediterráneo: mares mediterráneos, pintores por la paz…”, señala Manuel Fernández-Delgado, director del Festival de Folclore. “Este año nos surgió la idea desde el propio museo de hacer jardines mediterráneos porque Soren Peñalver había hecho la antología sobre Murcia y la había titulado Jardines Murcianos”, explica el director. Para tener cabida en el festival, la nomenclatura ha pasado a Jardines Mediterráneos; y no había mejor jardín que el Huerto López-Ferrer, que era el escenario perfecto para la actividad de pintura al aire libre: “Esa era la idea, porque la gente disfruta viendo cómo pintan los pintores, la gente opina, el pintor dialoga… yo creo que es un punto de encuentro dentro del huerto que es necesario”, concluye.
Una exposición que, hasta el próximo mes de septiembre, ofrecerá en el Museo de la Ciudad un homenaje a uno de los jardines más históricos de Murcia, y pondrá en sus paredes el resultado de una jornada de trabajo al aire libre que ha reunido a casi una veintena de pintores en torno a la sombra de los árboles, la tranquilidad y el correr de la acequia del Huerto López-Ferrer.